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domingo, 20 de mayo de 2012

Un año de ruptura


El coordinador de CT o la Cultura de la Transición ve desde su ventana los movimientos sísmicos en la sociedad provocados por el ciclón 15M

Guillem Martínez*


18/05/2012

Hace poco más de un año, Amador Fernández-Savater –Amador sabe y ha verbalizado tanto a la Cultura de la Transición (CT), que la CT tendrá que darle una colleja– me envió un artículo en el que planteaba la muerte de la CT, y la insería en una cronología que comenzaba el 11M del 2004. Recuerdo que le contesté con un mail desanimado, en el que expresaba mi impresión personal de pesar, de estar remando al viento. Le vertebraba, en un plis y con pocas palabras, mi estado de ánimo rabino-de-Vilmastyle. El rabino de Vilma, en fin, defendía que para saber que el Mesías no ha venido, era suficiente con asomarse a la ventana. Si hubiera venido, mirarías por la ventana y lo sabrías. Las cosas gordas, en fin, ocurren por la ventana. Y yo miraba por la ventana –o ni eso, me bastaba mirar a la pared o las pelusas del suelo–, para saber que la CT seguía siendo el campo de juego de cualquier juego posible.

Pero apenas unas semanas después te asomabas, es un decir, a la ventana y veías, en mi caso, la Plaça Catalunya, repleta de personas mirándose a la cara y hablando de cosas que superaban el marco de la CT. Lo que para Amador era el resultado de una cronología –y para mí, una seta inesperada– existía. Y existía en franco roce con la cultura hegemónica. La CT tardó, de hecho, dos semanas en verbalizar el fenómeno. La prensa ad hoc utilizó primeramente, para tirar millas, los palabros “radicales” y –si bien el primigenio 15M no estaba contra el sistema de pesos y medidas– “antisistemas”, hasta tirar la toalla y recurrir a la cosa “indignados”, que no viene a significar nada, salvo la incapacidad de utilizar las anteriores palabras, provistas de autodefinición paralela, como el palabro “violentos”, ese hit CT con el que la CT te arreaba en la cabeza. Y eso es, posiblemente, lo que pasó en breve tras el 15M. La incapacidad de la CT, por primera vez en 35 años, para describir la realidad, para arrearte en la cabeza. Que se tradujo en la incapacidad para gestionar la realidad culturalmente. En junio, con motivo del Catalunya Place 2011 Mossos Tour’s, el Estado perdió, por primera vez, su capacidad para ser la fuente de información ante la violencia, para señalar lo que es violencia o no y para imponer la suya. Una capacidad que, meses después, perdía aún más y más notoriamente en torno al Institut Lluis Vives, en València, y que le ha abocado a la soledad y a cierto ridículo internacional con las detenciones del 29M, unas detenciones no acogidas a derecho, y que recuerdan a la Escuela Vasca de Kárate a los Derechos Civiles, que en el País Vasco operó en tiempos, sin chirríos, amparada por ese chollo cultural que suponía la CT.

Sin penalización cultural, sin una CT operativa al 100%, como en sus glory days, se ha podido hablar de violencia. Y se ha ampliado el concepto. Un movimiento no violento ha verbalizado cacharros, agárrate, como la violencia económica, la financiera, la policial, la jurídica, la informativa, la gubernamental. Ha podido verbalizar violencias imposibles tan siquiera de imaginar hace un año, como el fin de la democracia y del Estado del Bienestar. El/los Gobierno/s, en el trance de finiquitar el Estado del Bienestar, la forma de democracia en Europa –proceso iniciado con los presupuestos de este año y que culminará, todo apunta así, con los del año que viene–, se ha/n visto desprovisto/ s del discurso democrático, cohesionador, vertical de la CT. Y han hecho lo que han hecho a pelo. Sin el cojín de una cultura. Con absoluta brutalidad.

En Barcelona, una ciudad más alejada que Madrid del poder, quien ha querido ha conseguido fabricar un periodismo no CT, que ha podido hablar de la realidad y ha podido controlar el poder. Es decir, describirlo y aludir a la brutalidad de la desaparición de la democracia y del bienestar con, precisamente, esas palabras exactas. Se ha asistido a un periodismo con un nuevo sujeto. El sujeto ya no es el Estado –somos nosotros, la sociedad– y su objeto ya no es mantener la cohesión. La cohesión, fuera de la CT, es un cacharro al que no se accede por propaganda cultural, sino por la economía y los derechos. Se accede por planteamiento de problemáticas.

El 15M, en fin, ha supuesto la construcción de una ventana que ha permitido ver la realidad. Una realidad que, desprovista de los filtros culturales de la CT, permite otra recepción. Hemos fabricado esa recepción en este año. Sólo por eso, sólo por esa ventana, por esa revolución cultural, por esa opción libre de la mirada, el 15M ya es un éxito. Será la pera si, después de este año, conseguimos modular la realidad que hemos podido apreciar y describir. Eso supondrá –me temo, y como no reformulen la CT– un combate contra un Estado que ya no recurrirá a preciosismos culturales. Será contra un Estado que ya ha hecho en sólo un año lo penúltimo que puede hacer: pegar y detener ilegalmente. Glups.


* El periodista Guillem Martínez es el coordinador de la obra coral CT o la Cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española (DeBolsillo, 2012), un interesante proyecto colectivo destinado a airear las miserias del "paradigma cultural hegemónico en España desde hace más de tres décadas", en palabras del propio Martínez.

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