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sábado, 17 de marzo de 2012

El día del señor monarca


Hugo Martínez Abarca


12/03/2012

En dos domingos seguidos nuestro kiosko homenajea al monarca y, sobre todo, a la monarquía. Hace ocho días era El País el que publicaba su histórico editorial “El ‘caso Urdangarín’ y el futuro de la Monarquía” en el que daba un repaso a la insólita majadería marginal de cuestionar la monarquía porque haya aparecido un insignificante caso de corrupción ante el que el monarca habría respondido con mano de hierro. Del editorial destacaba la siguiente frase: “Otros pretenden alimentar un debate sobre la jefatura del Estado que no es más que una contorsión intelectual y mediática que la sociedad española debe rechazar con toda contundencia.” Es decir, lo que la sociedad española debe rechazar con toda contundencia no es que se elimine la monarquía sino el propio debate: ¿cómo se rechaza con toda contundencia que haya un debate? Ninguna respuesta a esa pregunta es demasiado tranquilizadora.

El editorial de El País tuvo su continuidad ayer, el siguiente domingo, en ABC: un especial de varias páginas a favor de la monarquía y de su titular, con varias fotos en el despacho, siempre sonriente. De lo que uno ha podido ver, lo más divertido es un artículo titulado “Cinco razones por las que la Monarquía es un sistema mejor” firmado por el adjunto al director de ABC, Ramón Pérez-Maura, con José María Pemán como criterio de autoridad y cuya cima es el argumento número 2 titulado “La Monarquía es un sistema más moderno” que reza así:
La República es un sistema más natural; es decir, es más elemental, más retrasada. Toda la civilización es una resta a lo natural. Todo lo que es más natural es más inferior [sic]. El reparto comunal de los bienes es más natural que la propiedad. Toda la civilización —los Reyes, la propiedad, el contrato matrimonial— implica un elemento de modernidad y es complicación y artificialismo, sobrepuestos, como freno y límite, a esas naturalidades. Como son también añadiduras a lo natural la educación, los modales o la corbata. Y precisamente por la elaboración y decantación a través de los siglos que conlleva una Monarquía, hay que entender que no está en la mano de cualquier pueblo tener una Monarquía, pero sí lo está el tener una República. Una revolución se hace en 24 horas; una Monarquía resulta de la decantación de los siglos.”
De un plumazo y para salvar a la monarquía el tipo se carga la navaja de Ockham que nos había hecho optar en principio por las soluciones más sencillas durante siglos y, sobre todo, el argumento en el que hemos basado el rechazo al matrimonio homosexual: según nos habían dicho lo natural es el matrimonio entre un hombre y una mujer, así que según Pérez-Maura esa unión heterosexual es más inferior que la opción antinatura.

Con todo, lo que parece explicar qué pasa para que corra tanta adulación cortesana es el titular de ABC: “Siempre con el Rey“. Siempre. No “Con el Rey” a secas, sino siempre, hasta en los peores momentos, cuando parece que todo el mundo abandona el barco. De eso se trata. Que la monarquía anda muy tocada y por eso demanda de sus medios de comunicación munición cortesana. El reportaje de ABC cuenta con la necesaria colaboración de la Casa Real para que, al menos, el fotógrafo entre en el despacho de Juan Carlos de Borbón y le haga unas fotos posando durante la esforzada tarea. El editorial de El País podría haber sido escrito en la sede del diario (y el especial de ABC justo una semana después habría sido una feliz coincidencia): no tenemos por qué pensar que el hecho de que el nuevo portavoz de la Casa Real sea un periodista de PRISA (Cinco Días y El País) haya generado un especial hilo de comunicación entre la Casa Real y la dirección del diario ni una externalización de la escritura del editorial. El País criticaba en su editorial “el oscurantismo, de quienes le adulan (al rey)” y, claro, en un editorial profundamente adulador habrá quien piense que es una confesión de oscurantismo.

La ola de peloteo monárquico de emergencia es un magnífico síntoma para los republicanos. Saben que su imagen está deteriorada, que cuando las calles se quejan de privilegios políticos y de corrupción tienen muy difícil apoyar a quien ostenta los privilegios por cuna, se entrega a amigos como Mario Conde, de la Rosa, Prado y Colón de Carvajal, el rey Fahd… y cuyo yerno ha sido pillado teniendo comportamientos no ejemplares con Camps, Matas y Barberá.

Se saben tocados. Y saben algo que a los republicanos a veces se nos olvida: que el desprestigio de la monarquía no es como el de Zapatero, Aznar o González, que se sustituye por otro y punto, sino que es el desprestigio de un Régimen diseñado en los 70 como democracia de baja intensidad y uno de cuyos pilares fundamentales es la Corona. Muy al contrario de lo que decía El País lo que el debate pone en riesgo no es la democracia, sino su ausencia.


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