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viernes, 17 de diciembre de 2010

Teoría de Belén Esteban


Rafael Caparrós

Granada Hoy

17/12/2010

SI no fuera por el fútbol y por Belén Esteban ¿qué sería de nosotros?", se preguntaba Arturo González, el provecto tertuliano que ejerce de enfant terrible en Las mañanas de Cuatro. Y es que realmente la omnipresente "princesa del pueblo" acapara desde hace ya demasiado tiempo lo que María Lamuedra ha llamado "la esfera pública popular" española, en su cotidiano ejercicio de autoinmolación simbólica al servicio del morbo de las masas iletradas de televidentes ociosos.

Una reciente encuesta de Sigma Dos para Telecinco mostraba que, de presentarse a las elecciones legislativas, Belén Esteban, pese a ser una analfabeta funcional y cocainómana confesa, se convertiría, con el 8,9% del voto popular, en la tercera fuerza política del país, y según la revista ¡Qué me dices! la reciente renovación de su contrato con Telecinco le reportará unos 100.000 euros al mes, lo que supondría un total de 1.2 millones al año. Una cifra muy superior, por ejemplo, a la que gana el presidente del Gobierno, cuya asignación anual, según el BOE, es de 91.384 euros. Si son veraces estos datos, Belén Esteban ganaría cada mes más que Zapatero en todo un año.

Según la tesis del último libro de Manuel Castells (Comunicación y poder, Alianza, Madrid, 2010), la influencia de la comunicación sobre el poder político no ha hecho sino aumentar dramáticamente en el nuevo contexto de la globalización y la sociedad red. Hasta tal punto que los medios no son ya el cuarto poder, sino algo mucho más importante: el espacio donde se crea el poder, mediante el enmarcado de las mentes y la atribución de significados políticamente relevantes.

La conversión de la televisión en el centro convivencial de la casa, en el que la vieja chimenea ha sido desplazada para que el tresillo tenga al televisor como centro de todas las miradas, ha conferido especial relevancia a todo lo que ofrece. Lo que, habida cuenta de los elevados niveles de consumo televisivo en España, explica el surgimiento de fenómenos mediáticos bizarros, como el de Belén Esteban.

En un sugestivo artículo La telenovelización de la política (del nacional-catolicismo al mirón comunitario), el sociólogo Fermín Bouza proporciona un marco interpretativo en el que se explicita bien la dinámica del fenómeno. Históricamente, el franquismo fue un intento baldío de ralentizar la inevitable llegada de la "sociedad artificial", como denominara José Antonio Primo de Rivera a las democracias liberales, mediante el ensueño autoritario de una "democracia orgánica" asentada sobre esa "comunidad natural" de la familia, el municipio y el sindicato.

El nacional-catolicismo aspiraba a una sociedad inmutable, caracterizada por la indiscutible preminencia del Orden, la familia patriarcal, la Iglesia, los tribunales militares y las ejecuciones sumarias. Por entender que era lo que correspondía a nuestra propia naturaleza originaria, corrompida por el descentramiento y el desorden de la modernidad capitalista, con su permanente pulsión por el cambio y el conflicto sociales. "La familia que reza unida permanece unida", como afirmaba el eslogan del Padre Peyton, en un tardofranquismo ya amenazado por la racionalidad neocapitalista.

Frente al estereotípico noble bruto que era el español católico y sentimental del franquismo, fruto de la sacrosanta autoridad del paterfamilia tradicional, el prototipo de ciudadano español que realmente emerge a comienzos del siglo XXI es el mirón solitario de la televisión. Acaso por las insuficiencias culturales de una sociedad que ha barrido la mayoría de las formas identitarias clásicas, la telebasura ofrece ahora a los nostálgicos del pasado una forma vicaria de restauración comunitaria, los programas del corazón, que representan (en sus diversos formatos de culebrones, reality shows, etc.) un peculiar retorno al cotorreo pueblerino, al patio florido de vociferantes vecindonas, como último refugio particularista del desencanto de las masas ante el Leviatán posmoderno.

Así, afirma Bouza, el nacionalcatolicismo como ideología de fondo ha ido transformándose entre nosotros en un nacionalmironismo acompañado de fuertes cambios familiares: hijos extramatrimoniales (que ya suponen el 25% del total de nacidos), divorcios, matrimonios homosexuales, derecho al aborto sin control paterno...

Hoy vivimos en el entorno de un sistema capitalista neoliberal que erosiona los valores éticos humanitarios, porque prefiere la educación instrumental a la educación cívica universalista, prima la fama a cualquier precio sobre el mérito, aborrece el esfuerzo si no hay beneficio económico, y entroniza al dinero como valor supremo. Este capitalismo neoliberal es el que produce la telebasura. Cabría preguntarse entonces ¿telebasura, o más bien entorno basura?

http://www.granadahoy.com/article/opinion/861700/teoria/belen/esteban.html

* Rafael Caparrós es profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad de Málaga.

** Fotomontaje disponible en el blog humorístico Flapa.es.

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