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jueves, 31 de diciembre de 2009

La sensibilidad revolucionaria de Fernando de los Ríos


Joaquín Hortal

Revista Quillotro de Cuevas del Campo

30/11/2009

El 16 de febrero de 1.936 en primera vuelta, y el 4 de marzo del mismo año en segunda, tuvieron lugar en toda España las últimas elecciones generales de la II República. Comparecían a ellas una infinidad de partidos políticos desde la izquierda anarco-sindicalista hasta el fascismo elitista de la FE-JONS. La mayoría de estos partidos se agruparon en torno a dos grandes fuerzas opuestas: el Frente Popular, que aglutinaba todas las sensibilidades de izquierda (PSOE -por entonces tan marxista como el que más-, PCE, IR, ERC...), y la Derecha que incluyó todos los idearios derechistas (CEDA, P. Agrario, BN, A. Católica...). La victoria fue para la coalición de izquierdas: 285 diputados frente a las derechas que obtuvieron 166.

En Granada provincia, con 13 escaños en liza, y contra pronóstico, el bloque de derechas consigue los diez escaños de las mayorías y el de izquierdas se queda con los tres de las minorías: uno de ellos fue para Fernando de los Ríos (PSOE). En el resto de Andalucía y Extremadura gana el Frente Popular, por lo que sorprende esta victoria derechista aislada en nuestra provincia. En Granada capital, feudo habitual de las derechas de la provincia, gana el Frente Popular por 7.500 votos a la coalición de derechas. Esto hace aún más sorprendente y sospechosa la victoria de las derechas en el resto de la provincia: una extensa y casi exclusiva área rural-agraria con gran difusión sindicalista: ¿Habían votado los pobres, los jornaleros granadinos a la derecha?

Con este hedor a chamusquina, las izquierdas se rebelan contra el resultado: en la mayoría de los pueblos se confirma el pucherazo, el engaño y el intento de falsear la voluntad popular: en el Defensor de Granada, periódico republicano de la época, se dice de " ... las derechas caciquiles que han perseguido y apaleado a los obreros como si fueran alimañas; se ha tratado a los republicanos como agentes fuera de la ley; se ha encarcelado a los interventores y apoderados de las izquierdas; se ha atropellado a los candidatos republicanos y socialistas".

El 31 de marzo de 1.936 tuvo lugar la sesión en el Parlamento que debatió los dictámenes de la Comisión de Actas de Granada y Cuenca (las dos provincias más conflictivas en cuanto a los resultados electorales). Las derechas, con sus 10 diputados de Granada, no comparecieron a la sesión. La comisión, presidida por Indalecio Prieto, uno de los insignes líderes del PSOE, concluyó que los resultados electorales en Granada y Cuenca habían sido falseados y por tanto se anularon. Se convocaron nuevas elecciones en ambas provincias para el 6 de mayo de ese mismo año de 1.936.

En Granada, a esta nueva convocatoria del 6 de mayo, las derechas desairadas, o quizá avergonzadas por su despreciable comportamiento, no se presentaron. De esta manera, los 13 escaños en juego fueron a parar al Frente Popular: uno de ellos, por supuesto, nuevamente para Fernando de los Ríos (PSOE).

Ese 31 de marzo de 1.936 en el que el parlamento anuló los resultados de los comicios en Granada, Fernando de los Ríos tomó la palabra ante los diputados que representaban cada rincón de España. Habló por supuesto de los agravios y desmanes que habían sufrido las izquierdas en las elecciones del 16 de febrero en la provincia de Granada. Pero sobre todo habló de las gentes a las que representaba. Trasladó a Catalanes y Gallegos, a Valencianos y Castellanos la precaria situación en que se hallaban los granadinos de cada comarca, incluidos de forma explícita los nuestros, los cueveños-zujareños de hace 73 años. Justificó como no era posible que la derecha ganase legítimamente en una provincia carcomida por una miseria que no importaba a nadie.

Su discurso estaba más próximo a una arenga revolucionaria que a una tibia disputa política. Estaba más próximo a los miserables que a los salones plenarios llenos de barrigas-agradecidas. Su valiente discurso era una oda humanista a la revolución frente a la reacción e incluso la reforma. Sí, puede que fuera demasiado intelectual e incluso un poco inocente: no comprendemos su ilusión de entonces porque sabemos lo que ocurrió pocas semanas después. Su discurso daba la razón a aquellos cobardes que unos meses más tarde dieron un golpe mortal a la República: tenían razón, había que acabar con políticos como Fernando de los Ríos que querían dar tanto protagonismo a los que nunca habían sido ni fueron después protagonistas: los harapientos como aquellos cueveños-zujareños que menciona. Su discurso es difícil de leer hoy porque un nudo de impotencia histórica te cierra la garganta y ese sueño revolucionario disipado con sangre te nubla las mientes. ¿Qué España nos hubiera esperado con sensibilidades como la de Fernando de los Ríos? La decepción con un político siempre llega, antes o después, pero con el Frente Popular no nos dejaron defraudarnos y aún pervive aquella ilusión frustrada.

El discurso de Fernando de los Ríos ante la cámara de representantes en el que menciona expresamente Zújar decía así:

...el porqué social de esta serie de medidas: es que es necesario aún en Andalucía, Extremadura, Castilla la Nueva, mantener vivo el aforismo medieval: " Quien tiene la tierra tiene al hombre", y para poder tener al hombre, no obstante el regimen de libertad política, se necesita un instrumento de intimidación y de terror, y a esta pobre gente, que yo os he de decir cómo vive, se la ponía el cerco y se la presentaba la disyuntiva: o tu conciencia como ciudadano o tu miseria como jornalero, porque no te daré trabajo (APLAUSOS).

Esta es la razón potente de que se montara este instrumento de intimidación, y aún asi la rebeldía heroica de los miserables es cada día mayor. Las colinas de harapientos de Granada, la colina del Albayzin y en donde está lo que se llama el Barranco del Abogado, recordando la actitud que había tomado uno de ellos el año 31 y que lo enunciaba con estas palabras tan dramáticas como humanas: "En mi hambre mando yo"; al recordar este ansia de regir soberanamente en su hambre, esas colinas de miseria, digo, han votado por la candidatura de izquierdas, y a pesar, señor Rubio, de que, como dice S.S. y es verdad Granada -Granada capital, no la Granada provinciana jornalera- es una ciudad con matiz de derecha, y a pesar de ello, esa rebeldía heroica de los miserables nos dio 7.500 votos de mayoría en la ciudad, y esa mayoría habría sido proporcionalmente la misma en toda la provincia si se la hubiera respetado. ¡Si viera S.S. cómo acudían en los pueblos -esos pueblos harapientos, esos pueblos miserables- cómo acudían a escuchar, con qué fe nos oían y con qué limpieza abrían su alma a la posibilidad de que, mediante un régimen legal, se pudiera modificar la situación de vida en que se hallaban!.

Y ¿sabéis cuál es esa situación de vida, señores del Norte? Los del Sur Io conocéis. Pues esa situación de vida es algo desconocido en la propia historia política de Granada, algo desconocido en la propia historia económica de Granada, porque se ha llegado a eliminar el salario en dinero y se da un jornal en especie, en infinidad de pueblos. En la zona de Moreda, dándoles un celemín de trigo, a precio de tasa, y luego comprándoselo al precio del mercado. ¡Un celemín de trigo! . En la zona de Zújar, en Zújar, dándoselo en patatas y un poco de aceite. ¡Es ese un salario! Subís a Puebla de Don Fadrique, el jornal de escarda se le da a la mujer, y se paga a 90 céntimos; si llegáis a la zona de los montes, en Iznalloz, el salario es de seis reales a los gañanes; si bajáis a la fecunda vega de Granada, a Santa Fé, en febrero estaban las mujeres cogiendo la aceituna a destajo, y el salario no rebasaba los 75 por 100 respecto de las bases de trabajo que en los años 1.932 y 1.933 hiciera nuestro compañero el señor Largo Caballero y lograra efectividad.

¿Comprendéis ahora lo que representa para estas pobres gentes que se les diga "votad a España", y que el voto en que así se simboliza a España represente su esclavización como ciudadanos y su miseria como personas? (GRANDES APLAUSOS).

Señores diputados, España es nuestra España, la de todos: algunos, por nuestros años, llevamos ya mucho soñando con una España justa, culta y rica; pero con una justicia que abarque a todos, con una cultura que no tenga peso muerto, con una riqueza que igualmente tome para su difusión un criterio de humanidad; pero en nuestra Granada y en la mayor parte de Andalucía la lucha política está entablada en torno a la batalla consistente en asediar al infeliz y someterle por el hambre para hacer inútiles sus derechos de ciudadanía ¡Y eso, no; eso no!.

Que no se invoque ni la religión, a la cual no se la sirve, sino que se la compromete; que no se invoque a España ( ...) a la cual se ofende poniendo bajo la advocación de su gran nombre una realidad social de tal naturaleza miserable.

DIARIO DE SESIONES DEL CONGRESO DE DIPUTADOS, Sesión 31 de marzo de 1936,pp. 101-103

Bibliografía:

1. Gil Bracero R. Jaque a la República (Granada, 1936-1939). Ediciones Osuna. 2009: pag 87-120
2. Elecciones a Cortes de la República 16 de febrero de 1936. España: Historia Electoral. 2009; consultado [ref 30 de noviembre de 2009]. Disponible en web: http://www.historiaelectoral.com/e1936.html

1 comentario:

Basilio Pozo-Durán dijo...

si se hace una lectura sentida en voz alta del fragmento del discurso de Fernando de los Ríos, uno puede imaginar esas palabras pronunciadas hoy en la Plaza del Carmen de Granada, justo hoy 2 de enero, especialmente cuando dice:

"Que no se invoque ni la religión, a la cual no se la sirve, sino que se la compromete; que no se invoque a España..."

cómo invocan a España, a Andalucía, a Granada, etc... quienes no sirven a los pueblos y a las culturas tan diversas que las forman

gracias por compartir este discurso de Fernando de los Ríos

¡Salud y República!