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viernes, 16 de octubre de 2009

Un ondulado desierto


Sixto Sánchez Lorenzo

La Opinión de Granada

La muerte de Federico García Lorca no pretendió la eliminación del oponente político ni obedeció a una estrategia militar. La cultura, como enemiga eterna del totalitarismo, fue la víctima. El grito de ‘¡muera la inteligencia!’ proferido por Millán Astray el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca podría resumir una sentencia de muerte que llevaba aparejada la condena del saber, del arte, de la sensibilidad o del compromiso social, y que se había ejecutado apenas dos meses antes.

La misma fragilidad de la vida aqueja a nuestras convicciones, y a menudo necesitamos símbolos, imágenes y referencias que las materialicen y ayuden a consolidarlas como parte de la argamasa vital que anima a nuestra conciencia. Puedo comprender y respetar hondamente los deseos de su familia consanguínea, pero me satisfaría que comprendieran que, en cierto modo, la familia de García Lorca es universal, y su memoria nos pertenece a todos, y la necesitamos… Una buena solución de compromiso sería tal vez que sus restos pudieran ser identificados y reposaran en el mismo lugar de Alfacar donde acaso el poeta expiró, aunque nunca fuera capaz de dar un último aliento…

Porque su espíritu alienta a cada instante a través de la lectura de sus poemas o al escuchar en boca de los actores las palabras llanas de sus dramas. A pesar de todo, necesitamos un hito, no tanto para honrar su muerte y su memoria, como para no perder la nuestra ni arriesgarnos a olvidar que los motivos de su muerte son idénticos a los de nuestro empeño en vida.

Y deben servirnos para concluir la labor siempre inacabada de una sociedad libre, justa y culta. Que ese mojón haga visible lo invisible y alumbre lo oculto para que el descanso eterno de Lorca no sea descanso para los vivos. De lo contrario, advierto, rescatando palabras del cante jondo, que los laberintos que crea el tiempo se desvanecen, y solo queda un desierto, un ondulado desierto.

[Sixto Sánchez Lorenzo es catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad de Granada]

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