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miércoles, 28 de octubre de 2009

El último fusilado del franquismo


El documentalista Adolfo Dufour presenta en la Seminci 'Septiembre del 75', que reivindica la figura del militante del FRAP Xosé Humberto Baena.

O. L. Belategui

Ideal

27/10/2009

La serie 'Cuéntame' ha conseguido dulcificar el tardofranquismo en la memoria colectiva. Nos quedamos con la patas de elefante y los vasos Duralex. Y sonreímos. Sin embargo, esa prehistoria tamizada de nostalgia sigue dolorosamente presente para muchos. Como la familia de Xosé Humberto Baena, cuyo triste destino fue ser el último fusilado de un régimen agonizante junto a otros dos miembros del FRAP. Ni siquiera ha pasado a los libros de Historia, eclipsado por Juan Paredes Manot, alias Txiki, y Ángel Otaegui, los dos etarras también ejecutados aquel aciago 27 de septiembre de 1975.

El documentalista Adolfo Dufour hace hincapié en la monstruosidad de arrebatar la vida a una persona. «Si además es el Estado el que lo hace, el dolor alcanza cotas inimaginables». 'Septiembre del 75' pone su mirada sobre la condena a Baena y la lucha de su familia por limpiar su honor. No están solos. Amnistía Internacional y hasta el Ayuntamiento de su Vigo natal con los votos a favor de PP, PSOE y BNG apoyan su causa. El filme, presentado ayer en la Seminci, repasa asimismo la fugaz historia del FRAP, el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota.

Baena creció en el Vigo pobre y obrero de la dictadura. A los 17 años empezó a estudiar Filosofía en Santiago y a participar en protestas estudiantiles. Expulsado de la universidad, sobrevive con trabajos indignos de su formación y se compromete con la lucha antifranquista a raíz de la huelga general de 1972 y la ejecución a garrote vil, dos años después, de Salvador Puig Antich. «La represión policial en Ferrol y Vigo era especialmente cruenta», recuerda Dufour. «Varios obreros murieron a manos de fuerzas del orden público por pedir aumento de salarios y mejoras en sus condiciones de trabajo».

Paso a la lucha armada

El FRAP era el frente de masas del Partido Comunista, facción marxista-leninista. Baena no había pasado de redactar esquelas y hacer pintadas, pero su llegada clandestina a Madrid coincidió con la decisión del grupo de pasar a la lucha armada. El FRAP reivindicó tres asesinatos de miembros de la seguridad del Estado, entre ellos el del policía Lucio Rodríguez. «Baena siempre dijo a su familia que era inocente, que nunca participó en los hechos de los que se le acusaba».

Pasó 25 días incomunicado y fue juzgado, siendo civil, por un tribunal militar en un consejo de guerra sumarísimo que duró dos días. No hubo pruebas balísticas ni testificales. «La única prueba era su confesión, que nunca recordó haber hecho, obtenida tras días de incesantes torturas», se indigna el director. Su condena a muerte se sumó a otras similares con las que el régimen pretendía dar una imagen de fortaleza mientras el estado de salud de Franco se agravaba.

En la noche del 26 de septiembre, el Gobierno conmutó seis penas capitales. Al amanecer, los cinco condenados restantes fueron fusilados en Barcelona y Hoyo de Manzanares. Baena, con 24 años, fue el último de ellos. La última pena capital ejecutada en Europa occidental. «Franco no hizo caso ni al papa Pablo VI, ni a los obispos, ni a los Gobiernos extranjeros que reclamaban el indulto. Como atestiguaron representantes internacionales, los consejos de guerra no respetaron los más mínimos derechos procesales».

La controvertida Ley de Memoria Histórica tampoco ha atendido las reclamaciones de la familia Baena y de sus antiguos camaradas, que todavía rompen a llorar cuando recuerdan las torturas. Siguen agotando instancias: el Tribunal Constitucional, el de Derechos Humanos de Estrasburgo... 'Septiembre de 75' recoge las conmovedoras cartas del preso -leídas por el actor Alberto San Juan- y reflexiona, en el fondo, sobre el sentido de la lucha armada.

Adolfo Dufour: «Para mí, la violencia es la raíz del mal. En este documental se vislumbran algunos de los mecanismos que la ocasionan para que estos hechos no se repitan y la palabra triunfe en libertad». Xosé Humberto Baena también lo tenía claro. En su última carta, horas antes de ser fusilado, escribe: «Que mi muerte sea la última que dicte un tribunal militar».

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